24 mayo 2005

Beiyín















Tres veces milenaria, de grises paredes
herméticas, feudal y burocrática,
plana y pálida,
tiene un corazón chato de plaza:
Tien An Men, cuadrado cerco de piedra,
fiereza agreste de la loza,
huérfana de palomas,
estaqueada contra el cielo
esperando que el tiempo le lama
sus senos extendidos.

Lentas caravanas de bicicletas,
soldados con su normal e impávida
estupefacción en el rostro por su capital
hacen cola para la foto
ante la puerta imponente y silenciosa;
tiendas apretujadas, laberintos para
el sortilegio, callejones sin destino
aparente, anchas avenidas como muros
divisorios, letanía de un esfumado sol
de invierno como moneda de un fen.

Sombras de mandarines, el Viento Amarillo
de la primavera barre el regocijo
de los cerezos en flor bajo la última
nieve. Dolor sordo, la fragua del verano
se avecina con verdes fulgores y chaparrones
de inusitada violencia.

Bajo los focos, acuclillados y brillosos,
los pequineses juegan su extraño ajedrez y a los naipes.
Los cigarrillos de acre tabaco se deshacen
como el vaho del calor.

Una vieja pipa de hornillo con tapa de lata
es encendida para que los ojos
hallen esa continuidad que enhebran
los siglos sin distancia.

La vieja Capital del Norte se triza en presencias silentes.


[Nota al pie] Bei (norte) y Yin (ciudad) son los dos caracteres que desde siempre conformaron el nombre de la principal capital del viejo imperio. Ciudad o capital del norte o norteña, entonces, opuesta a Nankín, ciudad o capital del sur, el Horno de China, en la margen izquierda del Yantsé. La colonización inglesa exportó la nomenclatura Peiping, vigente hasta hoy día. Luego, las diferentes oleadas y contaminaciones la terminaron desfigurando en la nomenclatura más conocida y difundida, unificadora, como es la de Pekín o Pequín, para los modernistas progres.

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