
Los caracteres, como las canciones,
tienen la pulpa bajo una frágil coraza.
El pincel los descubre en el pulso,
engordándolos o dejándolos que se desmembren en flecos.
La idea exacta no es noción ni palabra.
El concepto es sólo la vida de la forma.
La alegría de la inteligencia no va a los ojos,
sino que las pupilas se entierran en los trazos.
El carácter, viejo andrógino, renace como el sol
si la pincelada lo gira y lo engendra.
Idioma heredado del viento, acaricia los límites
de las cosas y por eso en su ambigüedad
aguardan las trampas de los eternamente mutable.
LECTURA DEL AUTOR